Si las santas y santos supieran, lo poco devota que soy, quizás se reunieran en un conjuro, allá en donde quiera que estén, para que estos pastelitos que adoptan sus nombres, no me salieran tan ricos. Pero ¡Ah! Que por lo que se ve, no lo saben y me salen divinos como sus alias evocan. Tenía que haberme ido este fin de semana a la Sierra, a visitar a mis amigos en su aldea perdida y mágica, pero no ha podido ser. Como consolación, fui al IFA Sweet Festival y encontré el paraíso de la repostería: moldes, expositores, utensilios, cápsulas, cajas preciosas... Me compré unos cuantos cachivaches, todo lo que dio de sí mi atormentado monedero, y tan contenta, de regreso a casa. Ya iréis conociendo las preciosas cositas que compré, deseando estoy de estrenarlo todo. Esta mañana, sin embargo, todavía no podía estrenar nada, porque estos pastelitos que completan, el consuelo requerido, no necesitaban de caja, adornos, ni más...
Cocina y algo más