Es tan…natural, no sé cómo decirlo, tan fácil, que me lo pedía el ánimo, encender un fuego y celebrar que hemos acabado el curso súper bien, con ganas de descansar pero también de prepararnos para retornar con más y mejores ideas. Me encanta dar clases en la carpa. Cuando entro por las mañanas o por las tardes, la respiración parece que se me ensancha, cierro un poco los ojos para sentir así despacito, lo que vibra allí dentro y me gusta, me gusta mucho. Y parece que también les gusta a mis alumnos, lo que es una gran fortuna. Ese fondo verde, me inspira, ese ventanal que conecta con algo que es sereno y que tanta falta nos hace en estos tiempos revueltos. Luego un poco de música, algo de jazz relajado y comienza una danza maravillosa: se enciende un fuego, se acerca una silla, tintinean las cucharillas del café, se elevan los aromas, nos intercambiamos sonrisas, palabras, ingredientes….Nos hacemos amigos envueltos en una especie de hechizo. Son unos destellos, unas reuniones y u
Cocina y algo más