¡Cómo he disfrutado esta receta! Sus aromas cítricos intensos,
sus colores dorados, encendidos y sin
embargo al mismo tiempo, tranquilos. Esa pasada de texturas con la masa filo tan crujiente y
frágil.
¿Y los sabores? ¿Y las evocaciones que me ha traído este dulce tan
árabe?
Me ha llenado, como un sol, esta buena mañana.
La verdad es que a veces me envuelve la vorágine, este
occidente ruidoso y acelerado. Pero por fortuna, también a veces me basta con
tener un rato apacible, sin agobios, para poderme dar el espacio de percibir. Y
entonces me pregunto: ¿Cómo es posible que no lo haga cada día o cada instante?
¿Cómo es posible pasar junto a estas flores que crecen por
aquí, por mi casa, como si tal cosa y no quedarme extasiada de sus rinconcitos
perfectos, de su explosión así, anárquica, magnífica?
¿Cómo es posible que no me detenga a escuchar el sonido de
la vida para quedarme pasmada, por ese bullicio que supone esto que nos rodea y
que no es más que una especie de grito indefinido que dice: ¡Estamos vivos! O cómo es posible que no me deje ir ahí, al
solecito de la mañana, meciéndome con el regalo de esta primavera?
Pero reconduzcámonos y hablemos de la cocina.
Escribí esto que sigue, para mis alumnos, un pequeño juego
con letras y conceptos, para expresar lo que de verdad pienso respecto a nuestra
relación con la cocina.
Hoy se me ocurre compartirlo con vosotros.
Hay tres cosas que empiezan por “P”…
…que son enemigas de la cocina. Seguro que la primera ya la
sabéis.
PRISA: Enemiga número
uno. La cocina y la prisa no se llevan bien, eso todos lo hemos visto en
algún momento. La cocina requiere su
tiempo, no puede ser apresurada sin que eso tenga una repercusión horrorosa en
el resultado final. Tenemos que cocinar
tranquilos, incluso si vamos a tener
invitados. Planifiquemos de antemano, hay un montón de recetas que se
pueden dejar hechas el día anterior, porque es importante que dispongamos lo
necesario para poder cocinar sin prisas.
PEREZA: Enemiga
número dos. Realmente es como una cadena, si no te gusta cocinar,
seguramente tendrás pereza de hacerlo y si tienes pereza, ya te puedo asegurar
que tu plato es como algo abreviado, lo mismo que abreviado es tu proceso de
cocinar.
Yo diría que hay que buscar el placer de cocinar y entonces
y solo entonces, la pereza desaparecerá. ¿Por qué íbamos a comprar la salsa
hecha si disfrutamos haciéndola? ¿O por qué íbamos a utilizar esos botes de
cebolla frita, si cortar y freír cebolla o cualquier otra cosa nos parece
divertido?
La pereza es la que hace que no seamos cuidadosos con las
elaboraciones, que no amasemos nuestras bases de cocas o empanadas, que no
queramos usar otra cazuela o más platos y que acabemos cocinando incómodos,
trabajosamente. Digo siempre que si hay algo que resulta penoso en la cocina,
es que no lo estamos haciendo bien, porque todo tiene su técnica, su truqui, su
placer escondido. Y eso es lo que hay que descubrir, con capacidad lúdica, abordando
la cocina con diversión, como un juego.
PASOTISMO: Enemigo
número tres. (Aunque no menos importante)
Por pasotismo me refiero a cuando nos da igual lo que
hacemos, cuando no hay cuidado en la presentación, porque da igual, porque como
a veces me dicen: “total es para mí”, o porque “nadie lo va a ver”.
Ser pasota en la cocina es como ponernos un cerrojo para que
no salga la sensibilidad, la delicadeza y el respeto hacia los ingredientes,
hacia los colores, hacia la belleza de cada plato. Cada elaboración tiene un momento sublime y la
magia es encontrar cuál es ese instante, si cuando la salsa se vuelve
brillante, si cuando desmoldamos y emplatamos, si cuando la cebolla huele a recuerdos
de nuestra abuela. Ese momento sublime, increíble, esa experiencia, es imposible
que aparezca si somos pasotas.
En la cocina todo es intenso si se sabe ver, todo es
dinámico y amable, es decir: digno de amarse. Y por tanto, nada da igual.
Pero para no ponernos solo en los enemigos, demos la vuelta
a la hoja y veamos tres otras cosas que son amigas de la cocina. Estas otras
cosas empiezan por “S”
Una es la Sal.
Sí, sí, la sal. Y no sólo me refiero a la sal concreta, material, definida, que
es imprescindible para cocinar y para la salud, sino a eso que podríamos llamar
la sal de la vida.
¿Qué quiero decir?; ¿Qué es la sal de la vida?
Pues quiero decir que para cocinar, hay que tener un
espíritu alegre, saleroso, tener gusto por la comida, por los sabores, tener
alegría.
Ya sabéis que cuando una persona es aburrida o muy seria,
solemos decir que es sosa, que no tiene salero. Pues bien, así mismo es en la cocina, se necesita sal.
Hay que saber echarle el picante al guiso, ese toque de canela, esa aventura
con el jengibre, la prueba de nuevos sabores, el atrevimiento… Y a todo eso me
refiero cuando digo que hay que tener esa sal a nuestro lado.
Dos: Sensibilidad. Por
supuesto, es la clave de todo buen plato. Sin sensibilidad no hay cocinera o
cocinero, eso os lo aseguro.
Es necesaria la sensibilidad con cada ingrediente, para
manifestarles nuestro respeto, para que así, nos devuelva con sus sabores, sus
privilegios. Hay que tener sensibilidad con nuestros comensales, con esas
personas para las que cocinamos.
Hay que tener sensibilidad para disfrutar de cada paso en la
cocina, porque percibir es disfrutar, gustar, unirse y mezclarse con los
caldos, los cacharros, los platos o las especias. Sin eso, sin ese juego íntimo
entre el corazón de quien cocina y todo lo demás, no hay cocinero que valga
según yo lo pienso.
Tres: Salud. La Salud en el más amplio sentido. Hay que
estar sano para cocinar de forma sana, porque recordemos que el cocinero, es un
ingrediente más de la preparación, de modo que ese ingrediente, como cualquier
otro de los que usamos, ha de estar en buenas condiciones. Y si no lo estamos,
es de eso de lo que tenemos que ocuparnos, antes que nada.
Pienso que el cocinero imprime a la receta su carácter, sus
idas y venidas, sus penas, su ira, su ternura, su corazón. No sale un plato
delicado ni sabroso de las manos de un cocinero al que le falte salud en
cualquiera de los sentidos.
Y bien, os invito a que sigáis la lista, porque seguro,
seguro, que hay muchas más, letras y conceptos, y que en cada una de vuestras cocinas,
habitan como duendes o trolls esas amigas o enemigas de las que yo no sé, pero
que para vosotros serán muy familiares.
Mientras tanto, yo os paso esta preciosa receta para la que
no se me ocurre más bonito nombre que “Sol”. Ahí van los ingredientes:
-250g. en total de los siguientes frutos secos variados:
Dátiles, albaricoques, avellanas, nueces y pasas.
-Una naranja
-Medio litro de leche
-Unas gotas de esencia de vainilla
-4 huevos
-100g. de mantequilla
-100g. de azúcar
-25g. de harina de maíz
-Un paquete de masa filo
-Canela y azúcar glass para decorar
Y así procedemos:
Por otra parte, rallamos la piel de la naranja y reservamos.
Luego exprimimos su zumo en un bol, sobre los frutos cortados, para que maceren
en él durante un buen rato.
Después de la maceración entre 10 y 15 minutos mínimo,
escurrimos bien y mezclamos con los otros frutos secos triturados, reservando
antes un par de cucharadas, que utilizaremos para el acabado del postre
Por otra parte, ponemos la leche a hervir con la ralladura de naranja y unas gotas de esencia de vainilla
Y en un bol aparte, batimos las yemas de los 4 huevos con el
azúcar, hasta conseguir un compuesto blanquecino y suave. En ese momento,
añadimos la harina de maíz y seguimos batiendo muy bien.
Cuando la leche está hirviendo, la echamos con cuidado sobre
la mezcla de yemas y removemos bien.
Luego volvemos a volcar la mezcla en la cazuela y sin dejar
de remover, la tenemos en el fuego hasta que la crema espese.
Retiramos del fuego, añadimos la mitad de la mantequilla y dejamos enfriar.
Ahora vamos con la pasta filo, que tendremos que hornear y
tratar del siguiente modo:
Fundimos la mantequilla que nos queda y reservamos en un
vaso para ir pintando las hojas de masa filo.
Desplegamos con cuidado y colocamos una hoja sobre la superficie de trabajo. Con el pincel engrasamos y colocamos encima una segunda hoja de masa filo.
Volvemos a engrasar la segunda hoja y entonces, colocamos un
plato boca abajo sobre ambas hojas y recortamos a la medida, un círculo.
Ponemos este círculo formado por dos hojas, en una bandeja
de horno y horneamos a fuego suave (180º) hasta que veamos que se ha dorado.
Vamos repitiendo la operación hasta que hayamos horneado
todas las hojas, así, de este modo, de dos en dos.
Y ya frías las hojas y la crema que teníamos reservada,
vamos con el montaje del postre.
Primero dos hojas de pasta filo
Luego una capa de frutos secos bien repartidos por la
superficie
Sobre los frutos secos, una capa de crema
Cubrimos con otras dos hojas de pasta filo y seguimos
alternando hasta que nos queden ingredientes, acabando finalmente con dos hojas
de pasta filo.
Acabamos con las cucharadas de frutos secos que dejamos
reservadas y finalizamos espolvoreando con azúcar glass y canela a nuestro
gusto.
El postre queda listo para servir, lo que es conveniente que
sea pronto, para disfrutar todo el crujiente de esta pasta filo, quebradiza y
delicada en la boca.
Si pasa mucho tiempo, la humedad de la crema se hace con la
pasta y ésta pierde su crujiente. El postre sigue estando muy bueno, pero ya no
tiene ese efecto de los mil pedacitos crujientes en la boca.
Yo creo que si no vamos a comerlo enseguida, es mejor
dejarlo todo preparado a falta de montarlo en el instante de servir.
Yo no me quise perder nada y disfruté enormemente de este
bocado absolutamente delicioso.
Espero que también vosotros lo disfrutéis
Un abrazo
Vaya... que interesante reflexión sobre la vida... yo querría detenerme a disfrutar de las cosas más a menudo, y casi siempre voy como loca de un lado para otro sin detenerme a nada... Para mí el principal enemigo es la prisa, desde luego, más que otra cosa...
ResponderEliminarTu milhojas, delicioso, con esos frutos secos estupendos...
Nos pasa a todos Ana, creo que vivimos en un mundo que transcurre muy rápido.
EliminarMuchas gracias por tu comentario. Un abrazo
Que bien descrita la actitud en la cocina. Y que bien te entiendo.
ResponderEliminarEl momento de probar la milhoja; un sueño en el paraiso
Querida Sol, ya se que me entiendes bien, tienes unos ojos parecidos a los míos para mirar alrededor. Muchas gracias por tu comentario y un beso grande.
EliminarBuenos días Viena:
ResponderEliminarMe alegra volver a leerle.. Sobre las reflexiones que cita, totalmente de acuerdo, muchas veces digo, las prisas y la impaciencia son los peores ingredientes en una cocina.
El postre que hoy presenta para sobresaliente.
Que pase un buen día a pesar del gobierno.
Saludos
Gracias Apicius. Yo también estoy contenta de "volver" que no es que me haya ido, pero muchas obligaciones últimamente me tienen un poco al margen.
EliminarCreo que todos coincidimos en lo de la prisa, porque lo hemos vivido, que con prisa, no nos sale como queremos.
Le deseo un buen día también. Un abrazo.
Una preciosa entrada, llena de sensibilidad y una deliciosa receta!!!! Debe ser una auténtica delicia dar un bocado;))
ResponderEliminarBesoss y feliz domingo!!
Espero que la pruebes Nines, seguro que te gustaría. Un abrazo y gracias por tu comentario.
EliminarExcelente!! Muy bonita entrada y rica receta!
ResponderEliminarGracias Prieta.
EliminarUn abrazo
Qué bonito cómo enseñas a tus alumnos, no sólo las recetas, sino a enfrentar el arte de cocinar, esa es la parte más interesante, la que crea el vínculo con ellos y de ellos con su trabajo posterior. Me ha fascinado este postre, y cómo lo vas relatando, es que disfruté desde ya su preparación. La voy a tener muy en cuenta! Besos
ResponderEliminarPamela es fácil y muy bonito de hacer y rico de degustar. Espero que lo pruebes.
EliminarGracias por tus siempre amables comentarios.
Un abrazo.
Amiga Viena:
ResponderEliminarDespués de los Cannoli te centraste en los cursos y finalmente, a principios de mayo, ya nos iluminas con este postre que, efectivamente, es como un sol.
Pero los rayos que nos dan luz vienen de lo que nos cuentas, y ¡cómo lo cuentas!
Seguir uno de tus cursillos debe ser como iniciarse en un nuevo estilo de vida.
Un saludo,
Sebastián Damunt
Sebastián, tendrás que disculparme el retraso en contestar tu amable comentario, últimamente los días parecen haberse encogido para mi, pero venir por aquí y poder leer a los amigos, es un placer para el que no quiero que nunca me falte tiempo.
EliminarMuchas gracias por tu visita y tus palabras.
Un abrazo
Este postre es un poema, te disfruto tanto como si ya lo hubiera comido contigo. Me gustaría hacerlo para el cumpleaños de mi marido.
ResponderEliminarUn abrazo querida Viena. .
Queridísima Carmen, seguro que este postre os gusta a tu marido y a ti. Tiene unos sabores delicados y evocadores y sé que esa cocina que llega adentro es la que a ti te gusta.
EliminarTe mando un beso y un abrazo con mucho cariño.
Max Aub dijo en cierta ocasión: "Siento no estar con vosotros. Más creedme si os aseguro que lo estoy de corazón". Pues eso Viena, que aunque este de holganza bloguera y demás, pues que estoy por aquí.
ResponderEliminarY así te sentimos Oteador, presente por un lado o por otro, dando saltitos como aquellos muelles de nuestra infancia ¿te acuerdas? esa especie de caballito que era un muelle en el que se apoyaban los pies y se iba uno dando saltos. Así te veo por aquí y por allá y así también parece que voy yo últimamente, a saltitos.
EliminarPero lo importante es como bien dices, que de corazón estamos, y eso no nos lo pueden quitar.
Un abrazo con mucho cariño
Me ha envuelto como un manto la actividad estresante de esta últimas semanas y no he podido apreciar como se debe tu magnífica entrada, Viena. Menos mal que me he caído del manzano y la he podido leer con calma, porque es todo un tratado, no solo de cocina, sino de como evitar que la vida nos agobie. Totalmente de acuerdo con todo, aunque a veces no lo haya practicado por prisa o por pereza fundamentalmente. Pero la vida moderna es así, no nos quedan horas al día para hacer las cosas con calma. Ni siquiera para pensar.
ResponderEliminarQué horror.
Un beso
Querido Sorokin, así andamos todos en esta especie de balancín entre lo estresante y la búsqueda de la calma, unas veces manteniéndonos más en un lugar que en otro, pero ahí, con la inercia del balanceo difícil de parar.
EliminarGracias por tu visita y mis disculpas por no haberte respondido antes. Siempre es un placer verte por aquí.
Un abrazo
Ya iba siendo hora de agradecerte que compartas tu pasión que haces con tanto esmero, pero como escribir no esta entre mis preferencias lo he ido posponiendo. Después de cocinar alguna s recetas y por último este postre, ya me siento bastante culpable. Ha sido un éxito, la única pega la ha puesto mi sobrino de cinco años al que no le han gustado los trocitos de frutos secos. Gracias también, apreciada Viena por los cucurrones.
ResponderEliminarCada vez que entro en tu blog me evoca a los días de mi infancia cuando entraba corriendo a la cocina de mi abuela, porque sabía que estaba preparando unas filloas, una leche frita o un chocolate caliente. Aquí hay mucha ternura y belleza.
Comparto tus pes y tus eses, en algunas estoy empeñado en mejorar y me gustaría añadir una e, presumo que en tu cocina hay mucha espiritualidad como en la de tantas abuelas.
Un saludo y si me lo permites también un abrazo
Muchas gracias Rafael por tan amable comentario, pero no te sientas culpable si no escribes, yo aprecio tanto las visitas silenciosas como todas las demás, pues todas dan sentido a este trabajo del blog.
EliminarPero en fin, un placer haber podido saludarte por esta vez y esperemos que sigas disfrutando de mis recetas.
Un abrazo