Soy la primera de la izquierda,
la gorda de las matrioskas. Así me voy imaginando a mí misma, sobre todo desde
que voy cumpliendo años y voy recordando, viendo crecer a mis hijas, las yoes que he sido a sus edades, esas yoes
que siguen dentro de mí.
Con claridad recuerdo mis quince
años, la edad que tiene mi hija menor. Recuerdo allí en Orihuela, los
pensamientos, los amigos, las inquietudes... Siento y hasta parece que puedo
escuchar o paladear, la música o los sabores que me deleitaban. Y recuerdo igualmente
los 16 y los 18 y los 30 y los….
Y es que quizás cuando tienes
esos 30 y tu hijita tiene dos años, no te acuerdas bien de quién eras tú a los
2 años, sin embargo, cuando es tu hija la que tiene 30, sí recuerdas aquel yo
tuyo, con ella en tus brazos.
Puede que parezca un poco laberíntico,
pero así lo imagino, tal y como es la matrioska, en la vida misma.
Esta sociedad en la que uno se
envuelve, no perdona cuando sales de la franja. Y no sólo de la edad, que de
eso hablo, si no en el tema de la
talla o el pensamiento. Es una sociedad
un poco correctora: los dientes todos en su sitio, los pies y los andares,
todos derechos, el peso entre tal y cual, rejuvenecer o envejecer según precise
cada cual para entrar en la edad del éxito,
las narices o los pechos de las medidas precisas, el comportamiento uniformado,
por cursos, por clases… Y si no, ahí están los cirujanos plásticos o los aparatos
dentales, plantillas para los pies o para el pensamiento.
¡Ah Dios mío! ¿Cómo queremos
defender la diversidad cultural, idiomática o política, si nos estamos puliendo
cada cosa que como humanos, nos hace diversos dentro de este Universo?
Yo les explico así a mis hijas: Dentro
de mí, hay una mujer de 15 años, a veces muy presente. Hay también una mujer de
25, de 30, de 40… Hay una hija y hay una madre. Mi hueco no es vacío, porque contiene
a todas las que he sido y soy, desde la matrioska chiquitita de la que apenas
me acuerdo, hasta la que habito hoy en día, con todas mis imperfecciones
todavía a la espera de su desarrollo. Así que sigue vigente algo que solía
decir, cuando alguien me intentaba encasillar o clasificar: “…Es que yo, soy
muchas”.
Y muchas son las formas de hacer
este arroz que hoy os traigo, arroz típico de la zona sur de la provincia de
Alicante: el arroz con manitas.
Por aquí por Alicante y hacia el
norte, es más conocido el arroz con pata, pero con pata de ternera. Este de
manitas de cerdo, es más de la Vega y sobre todo de la zona lindante con
Murcia.
No es un arroz que yo haga con
mucha frecuencia, después de todo, lo de la gorda de las matrioskas tampoco hay
que tomarlo al pie de la letra ¿no? Pero cuando lo hago, nos rechupamos los
dedos.
A ver si a vosotros también os
gusta.
Ingredientes: (Para cuatro
personas)
150g. de garbanzos en remojo al
menos 12 horas antes
2 manitas de cerdo
El embutido que más os guste, en
este caso puse: un trozo de chorizo, dos morcillas de cebolla y un blanco (algunos
se me escaparon de la foto).
3 ó 4 dientes de ajo
Un pimiento rojo
Un tomate
Una ñora
Una cucharada de preparado de
tomates secos (opcional)
Azafrán en hebra
Aceite de oliva virgen extra
Sal
½ kilo de arroz
Y así lo hacemos:
Lo primero que haremos es poner a
cocer los garbanzos, con las manitas de cerdo bien limpias. Yo suelo frotarlas con
limón y aclaro luego con agua.
Una vez están cocidos y blandos
los garbanzos, seguimos con la receta.
Ponemos a calentar un fondo de
aceite de oliva virgen extra, en una perola de barro. Freímos los ajos cortados
en láminas, cuidando que no se quemen. Sacamos y reservamos en un plato.
A continuación freímos en el
mismo aceite, unas tiras de pimiento y la ñora limpia de semillas y cortada en
trozos.
Retiramos y seguimos en el mismo
aceite, freímos ahora el embutido. El chorizo y el blanco cortado en trozos, la
morcilla entera, pero pincharla para que no se derrame su contenido.
Por último, después de retirar el
embutido, añadimos medio tomate troceado y una cucharada de preparado de
tomates secos.
Sobre el preparado de tomates
secos, os cuento que es simplemente,
tomate seco cortado muy finamente, macerado en AOVE.
Normalmente preparo esto y lo
tengo en mi despensa, en un tarro de cristal bien cerrado a la espera de ser
usado. Lo utilizo en ensaladas, como acompañante de pastas o pescados, en fin,
está bueno con todo. En este caso, lo usaremos como aromatizante de este arroz.
Una vez está el tomate hecho,
añadimos todo lo que teníamos reservado, de nuevo a la perola: los ajos, los
pimientos y la ñora y el enbutido, sacando la carne de la morcilla de cebolla.
Añadimos también los garbanzos.
Echamos el arroz y le damos unas
vueltas para impregnarlo bien de los sabores. También añadimos azafrán y sal.
Luego, añadimos litro y medio de
agua o de caldo muy ligero y por último, las manitas deshuesadas y troceadas.
Ya tenemos todo el preparado y
dejamos que inicie la cocción, momento en el cual, introduciremos en el horno,
no sin antes haber colocado medio tomate en el centro de la perola.
El tiempo de horno es ajustable
cada cual a su propio horno. Yo lo tuve unos 10 minutos y así meloso, pero
sequito y hecho es como sale del horno.
Es un arroz muy sabroso, que te
deja al comerlo, un poco los labios pegados, por la gelatina de las manitas.
Naturalmente habrá a quien no le guste, pero esto es uno de sus principales
atractivos, un poco como los callos.
También os cuento que las
calorías de este plato, le vienen del embutido, no de las manitas, ya que éstas
son gelatinosas, pero no grasas.
Forma parte de esa colección de arroces de esta zona, llamados empedrados o empedraos, nombre que se debe al añadido de garbanzos o en algunas ocasiones, de alubias.
El horno también le da un
carácter especial. Los arroces al horno son como un poco melosos y más este,
que como hemos dicho, tiene la gelatina de las manitas.
Para mí es un arroz de invierno, tradicional,
lleno de esa esencia de la cocina de toda la vida.
Espero que lo disfrutéis.
Un abrazo
La receta estupenda pero sobre todo me ha gustado la idea de verse a una misma como tantas mujeres que ha sido con el paso de los años, de verdad, muy buena reflexión
ResponderEliminarGracias Eu por la visita y comentario. En cuanto a la reflexión, lo interesante no es sólo que una ya haya sido muchas mujeres a lo largo del tiempo, sino que esas mujeres están presentes todavía, dentro, como con las matrioskas, o así lo siento yo. Esto me hace ser más comprensiva o tolerante con todas las edades que he tenido y sobre todo, con mis hijas.
EliminarUn abrazo
He degustado muchas veces ese arroz, sobre todo en el Rabaloche, aunque seguramente ni tan sabrosos, ni tan poéticos como el tuyo.
ResponderEliminarUn afectuoso saludo y gracias.
Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Miguel Hernández
Hermoso poema Loam para este mes de la mujer.
EliminarGracias por tu visita y tu comentario. Seguro que esos arroces del Rabaloche están increíblemente buenos. Ya me gustaría a mi probarlos más a menudo.
Un abrazo
Querida Viena, de este lado del mundo la primavera está adelantada, como siempre. Sin embargo, a pesar del calor con gusto prendería el horno para degustar este arrocito. Me gusta lo que dices sobre las mujeres y cómo somos las depositarias de tantos papeles en la vida. Me gusta el puerco y las patitas también. Sólo me pregunto si podría sustituir la ñora con algún otro chile seco mexicano. Tal vez Sorokin pueda equiparar esos sabores de la ñora con alguno de acá. Yo creo que podría ser un chile ancho, que no es muy picoso y da color. Las fotos del arroz terminado están hermosas.
ResponderEliminarMi querida Carmen, sé que me entiendes cuando me siento como la gorda de las matrioskas, con muchas yoes dentro, de distintas edades y etapas de la vida. De hecho, fíjate que pienso que sé más de mi, de esas etapas, de esos años que están contenidos en mi presente, que de la edad de mi presente, para la que cada día tengo que aprender y adaptarme. No sé tener la edad que tengo, sin embargo, sí sé, porque ya lo he experimentado, tener 20, 30, 40 años.
EliminarEl horno no da tanto, tanto calor, vamos, abre las ventanas, porque merece la pena. Lo de la ñora, sí claro, se puede sustituir por lo que aquí llamamos pimientos choriceros y son unos pimientos rojos pequeños o medianos, que no pican, y se secan en ristras. El ingrediente principal de la pericana por estas tierras.
A ver si te animas y nos cuentas como te salió.
Muchos besos mi amiga.
Riquisimo se ve ese arroz, asi tal cual ya me gusta, a mi los arroces me gustan de todas las maneras y tengo una gran coleccion de recetas de ellos, pero esta me faltaba, asi que gracias por compartirla, un besito guapa
ResponderEliminarMamen yo también recopilo recetas de todos los arroces, me gustan mucho y tenemos suerte que por esta tierra, los arroces son su fuerte.
EliminarA ver si lo haces y nos dices como te salió, aunque seguro que con lo excelente cocinera que tu eres, te saldrá inmejorable.
Un beso
Es verdad que los sabores gelatinosos no les gusta a todo el mundo. A mí sí me encantan,
ResponderEliminarbuena receta. Gracias.
Muchas gracias a ti David, por la visita y el comentario. Este arroz tiene su atractivo en ese sabor gelatinoso, esa textura más bien. A mi me ocurre que no puedo parar de comer, debe ser adicitivo jajaja.
EliminarSaludos
La entrada muy bonita y desde luego lew hace pensar a uno en el pasado.
ResponderEliminarNunca he comido que yo recuerde arroz con manitas, hbrá que poner en lista de cosas pendientes.
Que pase un buen fin de semana.
Saludos
Apicius seguro que a usted este arroz le encantaría y por esa zona de más frío que aquí, tiene que resultar bastante bien.
EliminarMuchas gracias por su visita y comentario y que pase buena semana.
Saludos
Ese arroz con las manitas de cerdo tiene que estar de no parar de comer, gracias por compartir y muy bonito lo que dices.
ResponderEliminarBesos.
Gracias Mari Carmen por tu comentario y por tu visita. Un beso
EliminarMe parece una forma preciosa de contarlo, y de verlo.
ResponderEliminarLa sociedad nos impone que nos unifiquemos, que dejemos de ser lo que deberíamos haber sido desde el comienzo, y que además encajemos con lo que nos dicen los anuncios de felicidad.
Somos muñecas rusas, cada una con muchos yoes dentro, y a veces, salen y somos ese yo otro ratito más, y así debemos entendernos.
Totalmente de acuerdo Ana, si sales del molde o no existes o te imponen volver al redil de inmediato. Pero también lo hacemos nosotros, vamos que cuando hablamos de la sociedad, hablamos de nosotros cuando dejamos de ser individuos para convertirnos en masa. Hay que romper con eso, cada uno en su medida, hay que romper con eso.
EliminarYo me siento así, la gorda de las matrioskas, ya lo digo, y eso me sirve con mis hijas y también con mi madre, todavía no soy la más gorda, mi madre es mi otro yo futuro.
En fin, gracias por tu comentario y tu empatía. Un beso.