Queridos amigos, en lo que llevamos de mes, hemos rescatado no uno, ni dos, sino ¡Tres erizos! ¿Podéis imaginar?
Del primero dio la voz de alarma
el Cartucho, este personaje canalla que nos tiene conquistado el corazón, pero
que es más malo que los mixtos de trueno, como decíamos en mi niñez.
Ahí donde lo veis, da muuuucha
guerra.
Pues bien, nos avisó de que había
cierto monstruo en la puerta y encontramos un erizo bien grande, al que tuvimos
que rescatar. Lo pusimos en una caja y al día siguiente, Ángela lo depositó en
un descampado que hay, en donde creemos que estará a salvo.
No había pasado ni una semana,
cuando la Chula, arrinconó al segundo. Ella ladraba, pero no como cuando hay
una amenaza, sino así, un guau perezoso que decía: ¿Este bicho como se atreve?
Venid a ver que hacéis con él.
Y fuimos a ver y ahí estaba el
segundo erizo. Pensamos todo happy que somos nosotras, que seguramente sería la
pareja del primero, así que lo pusimos en otra caja y al día siguiente fue
llevado al mismo descampado.
Lo del tercero fue más dramático, ya que sucedió a las dos de la madrugada. La Trufa, ese ser incomprendido e incomprensible que es ella, se puso a ladrar como una loca, y esta vez sí que fue un ladrido de: ¡Venid corriendo, venid deprisa, aquí hay una amenaza seriaaaaa!!!!! ¡¡¡Oidooo!!!!
Allá que fuimos a toda pastilla, Ángela
que corre más que yo, llegó la primera, yo me fui a por la linterna apresurada
y corriendo hacia el huerto. Ángela gritaba:
-Corre, corre mamá…. Y al mismo
tiempo decía: ¡Basta Trufa, suelta, sueltaaa!!
-Es que no me veo, decía yo, voyyyy
(corría yo con las palpitaciones a mil y patinando las chanclas)
Por un momento pensé que había entrado
alguien por el huerto, tal era la movida que había entre la perra y el bicho.
Y nada, ahí estaba el tercero.
Cogimos a la Trufa que estaba como loca y Ángela, cogió al pobre tercer erizo.
Había sangre, estaba oscuro y no sabíamos bien, qué había sucedido.
Ya en la casa, pudimos ver al
erizo, apocadito él, encogido, que no se movía.
Trae una caja, me dijo Ángela
-No hay cajas Ángela
-Busca una como sea
-Voy
Y bueno, vacié una caja que había
con otras cosas y dejamos al erizo en el baño con las puertas cerradas,
mientras el resto de fauna de la casa, olisqueaba a ver cuál era la movida que
nos llevábamos entre manos.
Escribimos un whatsapp a Ana que para eso es la veterinaria: “Ana la Trufa
tiene el hocico lleno de sangre” (como es blanca, todo es muy aparatoso,
claro). “No sabemos si la sangre es de ella o del pobre erizo”
Ana nos contestó: “Es de ella
seguro”
Y nos quedamos más tranquilas: la
evaluación rápida era: es mejor unos pinchazos en el hocico de la Trufa, que
una herida en el erizo que podría ser fatal.
Así que limpiamos bien a la Trufa
y la dejamos dentro de casa, tranquila.
Cuando al erizo se le pasó el susto,
salió y pudimos comprobar que no le había pasado nada. ¡Otro que se fue al
descampado!
La que estuvo al día siguiente
más suave que un guante fue la Trufa, que debía tener dolor de los pinchazos en
sus encías y claro, eso no mola.
Aquí los protas del agitado
encuentro.
Por fin nos pudimos ir a la cama,
Ángela decía: Mamá, en esta casa hay que tener cajas eh? y claro, tiene toda la
razón, haremos acopio de cajas.
Porque no ganamos para sustos. Se
ve que con el confinamiento, los animalitos han prosperado como ningún año: no
han tenido atropellos por la carretera, han podido criar sin amenazas humanas,
etc. La cuestión es que tenemos la casa como un bosque silvestre.
La otra mañana, la Trufa que no
deja pasar una, de nuevo se puso a ladrar como loca en un macetero, este
macetero
Ángela fue a ver y le dije: ten
cuidado que es una serpiente.
¿Por qué lo sabes? Me preguntó. Y
lo sabía porque las perras, cuando ven una serpiente, se restriegan las patas
delanteras, así como si les diera asco, una cosa rara, que ya la he visto
varias veces.
Ángela se acercó y dijo: -Siiiii,
es una serpiente.
¿Muy grande? Le pregunté. Y me
dijo que no se veía bien, que iba a por la linterna. Se metió en la casa pero no
llegó a tiempo. Yo estaba un poco alejada y nada más alejarse Ángela, la
serpiente salió veloz y se metió entre la vegetación de la valla. Agggg me dio un
poco de asquito, la verdad, no era muy grande, pero ese zigzag por la valla ufff.
También otro día los teníamos como
locos al Cartucho y a la Trufa, en un matorral.
¿Qué habrá? Estuvimos buscando y
buscando hasta que dimos con el responsable de tal alerta: era un lagarto
verdoso y señorial, que les estaba tomando el pelo a ambos perros.
Bueno, así estamos: como hay muchos
mosquitos, ha aumentado la población de murciélagos y las salamandras están
gordas como vacas. Los perros están removidos, mientras las gatas… Ahhh no,
esas señoronas ni se inmutan
Y así transcurre este verano tan
atípico en la calle y tan movidito en nuestra casa.
Aún faltarían las fotos de Lula,
que no ha querido posar, las de la otra gata, Pulguita, que estará escondida en algún rincón
fresquito y las de Peque, que nos dejó hace unos días y a quien le dedico in
memoriam la historia de hoy.
Y bueno, vamos con la receta, que
aquellos que sólo vienen aquí a mirar mis recetas, deben estar ya desesperados.
Vamos allá:
Ingredientes:
-Una cola de rape acorde al número de comensales (yo he
cocinado para mi sola, así que de medio kilo)
-Una hoja o dos de laurel
-60ml. De aceite de oliva virgen
extra
Dos dientes de ajo
Una cucharada de pimentón dulce
Un chorrito de vinagre
Sal
Y es tan sencillo como esto:
Cortamos el rape en rodajas y lo
colocamos en una perola de barro
Por otra parte, en el mortero
echamos los ajos troceados y los picamos muy bien.
Una vez picados, añadimos el
pimentón, el aceite, la sal y el vinagre, éste último a nuestro gusto.
Removemos bien la picada y la
echamos sobre el rape
Ponemos una hojita o dos de
laurel y al fuego durante unos quince minutos, nada complicado.
Una comida de un momento ideal
para este verano.
Por cierto ¿sabéis la historia
del rape?
Resulta que todo eso que
compramos en la pescadería, no es rape, sino “rapa” (perdón los puristas
gramaticales).
Son hembras, porque los machos,
en realidad viven atrofiados y pegados a las hembras debido a la siguiente
historia:
Cuando nacen, los rapes machos,
están dotados de una especie de olfato especial para localizar a una hembra.
Esa es su misión, ya que si no lo consiguieran, morirían. El rape macho no
puede vivir independiente de una hembra.
Al cabo de unos días y si tiene
éxito, se encuentra con una hembra y lo que hace es que se pega a ella, a
través de su boca. Como si le mordiera, vamos. Sin embargo, al poco tiempo, su boca
se funde totalmente con la hembra y empieza a perder primero los ojos, que
salen de sus órbitas y más tarde otras partes que ya no le harán falta, puesto
que durante el resto de su vida, vivirá adosado a la hembra, convertido prácticamente
en dos gónadas, que descargarán su semen cuando la hembra esté preparada para ser
fecundada.
Los científicos durante mucho
tiempo, pensaron que esas gónadas eran parásitos que tenían las hembras, hasta
que se dieron cuenta, que no, que eran los machos atrofiados ya por el tiempo,
que se localizan ahí, en el cuerpo de la hembra, disponibles para cuando hay
que fecundar.
Historia curiosa ¿Verdad?
Pues anoche, cuando estuve
buscando por Internet esta historia, para repasar los datos y poder traerlos
aquí, me encontré con un filósofo, escritor y biólogo francés, llamado
Jean Rostand, que hacía su personal y peculiar interpretación de este hecho
natural.
Para que veáis que los títulos y
renombres, no son garantía.
Para empezar en su libro “bestiario
de amor”, califica la copula del rape como un “aberrante y macabro rito”
Y cito textualmente: “el joven macho ceratia se fija en los
flancos o en la frente de ella, la muerde y esta mordedura va a decidir su
porvenir. En adelante como si hubiera caído en una trampa, jamás podrá
desprenderse de su compañera, sus labios se habrán soldado, injertado en la
carne ajena”… Y así sigue con frases por el estilo.
¡Pobre macho! ¿No? Parece que al
sabio biólogo se le olvida el detalle de que si no fuera así, el macho moriría,
de modo que debe parasitar a la hembra, que no es ninguna mala pécora que pone
trampas, para poder vivir.
¡Cómo en la vida misma! Ni los
biólogos estudiando su materia quedan libres de la divulgación tendenciosa y
machista ¡Ay que ver!
Digo esto porque hace un día
justamente Ángela que es tan combativa me preguntaba:
¿Tú crees que la naturaleza es
machista? Y le dije que no. Y estuvimos charlando de esto y mira por donde, nos
viene al encuentro del tema justo una receta de rape. La vida es maravillosa,
en serio.
La historia se escribe con
tendencia, siempre, pero muchísimo más si la escriben los vencedores. No hay
que olvidarlo.
Bueno, ya vale ¿No? Que tengáis
unos buenos calores de verano, que sí, que también eso es naturaleza y nos dice
que estamos vivos.
Un abrazo y bon appetit.
Que vida más agitada y divertida que tienes... y es que, cuando hay bichos de por medio, nunca hay aburrimiento.
ResponderEliminarDespués de todo ese bicherio, lo del rape es coser y cantar.
Desde luego Joan, agitada es y estos pequeños monstruitos y monstruitas me llevan loca. ¿Has visto a la Trufa? Está mucho mejor de sus miedos, pero un poco loca, desde luego, eso no hay quien lo discuta.
EliminarUn abrazo grande y gracias por pasar y dejar tu comentario.
Preciosa la historia de los erizos. He leído que están en vías de desaparición, así es que has salvado una especie entera. Felicitaciones.
ResponderEliminarDel rape, es interesante su historia. ¿Así es que son rapas? Tampoco es tan mala vida del macho. Todo el día copulando. Tendré que explicárselo a uno de esos ganchos que están en la puerta de los restaurantes de Bruselas: una vez pasábamos mi hijo y yo delante de uno de esos restaurantes, que tenía un rape expuesto. El del restaurante le dijo al niño (entonces era un niño): ¿Sabes cómo se llama esto? Se llama "un francés, porque tiene una bocaza enorme, uns pequeñas manos y una minúscula cola". Hay que decir que los belgas siempre han considerado a los franceses unos bocazas.
Un abrazo
Menuda anécdota la tuya Sorokin con el francófobo y el rape jajaja. Pues ya sabes, la próxima puedes decirle al gancho que un respeto por la señora, que no es rape, sino rapa jajaja.
EliminarY no, no creo que sea una mala vida, después de todo, queda unido a quien le guía, ve por el, caza por el, lo transporta, lo alimenta y un largo etc.
Lo de los erizos, no sé si habrá parado aquí, llevaba años, pero muchos años sin ver ninguno en el huerto y ahora, tres en dos semanas y por alguna razón, vienen a mi jajaja.
Gracias por visitarme y disfruta de tus vacaciones.
Un abrazo grande